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Los cuchillos personificadores de la ofrenda 125 del recinto sagrado de Tenochtitlan

Los cuchillos personificadores de la ofrenda 125 del recinto sagrado de Tenochtitlan

Les estamos muy agradecidos a las Dras. Alejandra Aguirre y Ximena Chávez, investigadoras y arqueólogas del INAH en el Proyector Templo Mayor, por haber preparado especialmente para Mexicolore este artículo sobre los extraordinarios ‘cuchillos personificadores’ ataviados como deidades.

La visión que se tenía de los cuchillos de pedernal depositados en muchas de las ofrendas excavadas en el recinto sagrado de Tenochtitlan, cambió radicalmente a partir de las últimas excavaciones realizadas al pie de la escalinata de acceso al Templo Mayor de Tenochtitlan. Todo esto gracias al hallazgo de la ofrenda 125, un depósito ritual donde los sacerdotes mexicas enterraron miles de objetos entre los que destacan 27 cuchillos, pues fueron ataviados como deidades que vestían atributos de sacerdotes y guerreros.

La ofrenda 125
En el interior de un monumento escalonado que representaba una entrada al inframundo, se recuperó este depósito ritual enterrado durante el gobierno de Ahuítzotl (1486-1502 d.C.). Este gobernante mexica fue quien alcanzó un mayor poderío a través de las conquistas de territorios lejanos. Esta ofrenda corresponde una caja de bloques de roca volcánica (tezontle) donde fueron depositados 3800 elementos, distribuidos en seis niveles.

Gracias al trabajo realizado por los arqueólogos podemos saber que los sacerdotes mexicas hicieron una ceremonia que se desarrolló de la siguiente forma. Después de construir la caja de bloques de piedra, los sacerdotes colocaron el cadáver de un cánido ataviado con collares y orejeras. Fue rodeado por 19 cuchillos de pedernal que fueron vestidos como dioses. Todos estos elementos fueron cubiertos con miles de organismos marinos y dulceacuícolas, representados por crustáceos, peces, caracoles, conchas, erizos, corales y cucarachas de mar. Estos animales representaban el nivel acuático del universo y sobre ellos, los sacerdotes colocaron ocho cuchillos ataviados, los cadáveres de dos águilas reales (Aquila chrysaetos), así como un artefacto manufacturado con pelo de mono araña (Ateles geoffroyi) y tres ornamentos doro asociados a los dioses del pulque. Finalmente, colocaron varios fragmentos de copal y cubrieron la caja con lajas, piedras y una gruesa capa de mezcla. La ofrenda permaneció sellada hasta que los arqueólogos la descubrieron más de quinientos años después.

Los cuchillos ataviados de la Ofrenda 125
Estos extraordinarios objetos fueron depositados tanto en el fondo, como en la parte superior de la caja. Considerando que las ofrendas son representaciones del cosmos o cosmogramas, como las denomina Leonardo López Luján, la colocación de dichos objetos en dos niveles, haría alusión a su ubicación dentro del universo. Esto implica que los cuchillos enterrados bajo los animales marinos habrían sido colocados en la representación del inframundo, en tanto que los que fueron enterrados junto a las águilas estarían en el nivel celeste del universo.

El hecho de que ocuparan distintos lugares en el cosmos también se refleja en la existencia de numerosas diferencias en sus vestimentas. Así, los cuchillos que simbolizaban personajes del inframundo no tenían rostro, posiblemente porque los difuntos se representaban con los ojos cerrados. Además, tenían bases de copal muy irregulares o carecían de ella. En cambio, los cuchillos que se encontraban junto a las águilas y que simbolizarían guerreros estelares, tenían bases de copal en forma de pirámide truncada que les permitía sostenerse en una posición vertical, como si estuviesen de pie. A diferencia de los primeros, tenían aplicaciones que representaban ojos y dientes, además de que todos portaban armas miniatura, manufacturadas en madera, pedernal y concha.

A pesar de sus diferencias, los cuchillos del inframundo y del nivel celeste tienen muchos atributos en común. Partiendo de sus vestimentas podemos saber que la mayoría personificaban a los dioses Ehécatl-Quetzalcóatl, Xochipilli y Techálotl. Sin embargo, algunos cuchillos tenían un ajuar muy sencillo que no permitió relacionarlos claramente con una deidad, pero sí con una actividad relacionada con la guerra o con las ceremonias religiosas.

Los dioses representados en los cuchillos fueron los siguientes:-

1) Ehécatl-Quetzalcóatl. Se trata de una deidad del viento, pero que está relacionada con la guerra. Los cuchillos que lo representaban estaban vestidos con numerosos atributos característicos de este dios. Entre éstos se encuentran el “joyel del viento” o ehecacózcatl (caracol cortado que llevaba sobre el pecho), un cetro curvo (ehecatopilli), un collar de caracoles marinos, unas orejeras en forma de voluta (epcololli), un tocado que representaba ojos estelares, la representación de un punzón de hueso hecho en una lámina de oro (simbolizando el ritual de autosacrificio), una piel de mono y un pendiente en forma de pato, animales que se identificaban con esta deidad.

2) Xochipilli. Dios de la música, las flores, el juego y la danza. Los cuchillos que representaban a este dios se identificaron gracias a que portan un oyohualli o pendiente en forma de gota, manufacturado en concha nácar. Si bien este elemento era usado por otras deidades como Tlahuizcalpantecuhtli, Ixtliltzin, Huehuecóyotl y Techálotl, se trata de un elemento que casi siempre tiene Xochipilli. Este atributo es considerado como un símbolo solar que portan los númenes asociados con la música, las flores, el juego y la danza.

3) Techálotl. Este dios estaba relacionado con la bebida ritual más importante, el pulque. En los códices se representaba con un cetro de obsidiana con remate esférico que siempre porta la deidad.

Aunque no fue posible identificar con precisión a quién representaban los demás cuchillos, sabemos que algunos personificaban a otros dioses (como Tezcatlipoca o Huitzilopochtli). La presencia de un disco de concha (anáhuatl) que era usado como pectoral, nos permite saber lo anterior.

El resto de los cuchillos no presentaba atributos de dioses, pero llevaban armas que los identifican como guerreros valerosos. Éstas se componían de un pectoral de madera en forma de moño (cuauhnacochtli), un lanzadardos (átlatl), así como puntas de proyectil. El primero de éstos era utilizado en las ceremonias fúnebres, en las que se honraba la memoria de los nobles y militares muertos, tal y como lo menciona Adrián Velázquez Castro (El simbolismo de los objetos de concha del Templo Mayor de Tenochtitlán, México, INAH, 2000). Por su parte, el lanzadardos o átlatl, podía ser empleado tanto para la guerra como para la cacería, pero tomando en cuenta el resto de los atavíos presentes, lo podríamos considerar como parte de su armamento, al que se asociaron las puntas de proyectil.

Otros cuchillos portaban ajuares que nos hacen recordar la vestimenta de los sacerdotes. Tal sería el caso de tres cuchillos que portaban guajes de calabaza, estos elementos vegetales eran usados por los sacerdotes para contener el tabaco que empleaban en las ceremonias.

Finalmente, algunos cuchillos vestían pocos elementos o estos se destruyeron con el paso del tiempo, por lo que no fue factible saber si representaban dioses, ni tampoco las actividades a las que estaban vinculados.

Sin lugar a dudas, el dios más importante que fue representado en los cuchillos fue Ehécatl-Quetzalcóatl. Este dios era uno de los más importantes del panteón mesoamericano.

Se trata de una deidad viajera que se consideraba capaz de transportarse de un plano del universo a otro. Además descendió al inframundo por los huesos con que fue creada la humanidad y también fue generador del maguey, del maíz y del autosacrificio. Esta deidad compartía atributos con Xólotl, su gemelo o nahualli, quien era representado como un perro, animal considerado como guía hacia el Mictlan. Este dios simbolizaba a Venus como estrella vespertina, en tanto que Quetzalcóatl lo hacía como el astro matutino. Consideramos que los cuchillos de ambos niveles representan al dios del viento. El mono estaba asociado con Ehécatl-Quetzalcóatl, pues era asimilado a las corrientes de aire y remolinos debido a su gran agilidad, su hiperactividad, su balanceo por las ramas de los árboles y su alargada cola en espiral. Uno de los cuchillos asociado al nivel celeste, llevaba un pendiente en forma de pato, animal que también era considerado nahualli de este dios guerrero.

Otra deidad personificada en los cuchillos es Xochipilli-Macuilxóchitl, quien tenía patrocinio sobre la nobleza y las casas palaciegas. Tiene como punto cardinal el oriente. Es una de las cuatro formas del planeta Venus y se relaciona con la música, el juego, los placeres y la bebida.

Finalmente, otro dios claramente representado en los contextos era Techálotl, quien en algunas ocasiones porta atributos de guerra, y en otras, cuchillos ceremoniales. Este dios se relacionaba con las cuevas, el inframundo, el baile, el juego y era considerando como un personaje burlón. Se le identifica por el cetro que porta y en las pictografías se aprecia en la proximidad de una ardilla, la cual era denominada también como Techálotl.

Como puede verse, los cuchillos de pedernal además de haber sido artefactos utilizados para las ceremonias de sacrificio, en las ofrendas fueron utilizados para representar diferentes dioses. Su presencia y estudio serán de gran ayuda para comprender el significado de estos depósitos rituales que forman parte de las prácticas religiosas mexicas.

NOTA: La restauración de los cuchillos fue hecha por Ana Miramontes y Erika Robles.

Fuentes para las imágenes
• Pic 1: foto cortesía Leonardo López Luján, Proyecto Templo Mayor, Mexico City
• Pix 2 & 3: fotos por Ian Mursell/Mexicolore
• Pic 4: Foto izquierda courtesy Leonardo López Luján, Proyecto Templo Mayor, foto derecha por Ian Mursell/Mexicolore
• Pix 5, 6, 7 & 8: cortesía Alejandra Aguirre y Ximena Chávez
• Pic 9: imágen del Códice Tudela (original en el Museo de América, Madrid), scaneado de nuestra copia de la edición facsímil Testimonio Compañía Editorial, Madrid, 2002
• Pix 10, 11 (extrema derecha) & 12: fotos por Ian Mursell/Mexicolore
• Pic 11 (principal): cortesía Alejandra Aguirre and Ximena Chávez.

Comments (1)

M

Morris

25th Jul 2012

While it is worthwhile to remmeber the ruthlessness of our forebears, their excesses ought not to be glorified. The conquistadors may have resolutely opposed a savage and cruel religion, but after the discovery of vast silver deposits in Mexico in 1546, their sons enslaved most of the indios who were being converted to a Christian people and put them to work in the mines, to the extreme detriment of the agriculture that had theretofore fed the country. The process is described in Chapter 16 of Fire & Blood: A History of Mexico, by T.R. Fehrenbach (Da Capo Press, 1995), which concludes that The once colorful and busy human beehive of Amerindian Mexico was becoming a great, grim, barren silver mountain, surrounded by stunted, almost empty fields; two different kinds of men, Spaniards and Amerindians, conquerors and conquered, were sinking into permanent patterns of tyranny. Fire & Blood is an excellent and very un-PC work. In it, Fehrenbach notes that the American Southwest that America acquired from Mexico had never really been an integral part of the Spanish Empire because of the fierceness of the horse Indians (Apaches and Comanches) and the dearth of pioneering people among the Spanish and hence, of any real population pressure on the horse tribes: ... the Spanish Empire could not advance against these few, scattered, but highly warlike Amerindians, a fact that severely bounded its territory and history. In the arid regions and vast distances involved, Spanish-Mexican soldiery simply could not mount successful campaigns against mobile enemies who were expert at guerrilla warfare. ... They defeated Spanish arms severely in Texas in the 1750s; they destroyed Spanish settlements everywhere on the frontier. ... The terror continued until the second half of the nineteenth century ... By which time, of course, the Southwest was American rather than Mexican. So much for the notion that illegal aliens from Mexico are engaging in a reconquista of stolen land.

Los cuchillos personificadores de la ofrenda 125 del recinto sagrado de Tenochtitlan

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