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La danza de los Voladores entre los pueblos costeños: una danza acuática

17th Mar 2022

La danza de los Voladores entre los pueblos costeños: una danza acuática

Mexicolore contributor Luisa Villani

Le agradecemos sinceramente a la Dra. Luisa Villani este artículo intrigante sobre la ceremonia prehispánica de los Voladores de Papantla. Este estudio es fruto del Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, Luisa Villani, Becaria del Instituto de Investigaciones Antropológicas, asesorada por el doctor Enrique Fernando Nava López, así como en todas las actividades académicas realizadas.

Quien llega a Papantla al mediodía es recibido por la música de la flauta y del tambor, instrumentos tocados en la danza de los Voladores. En este lugar, situado en el estado de Veracruz, México, ubicado a unos 240 km al norte de la capital estatal y habitado actualmente por el pueblo totonaco, la danza se ha vuelto un atractivo turístico: los espectadores se sienten fascinados por el baile, que se presenta cada día frente a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y está acompañado por las vueltas de los danzantes alrededor del palo. Sin embargo, para los totonacos de la región, la danza no es un espectáculo, sino un ritual sagrado en el que participan fuerzas de la naturaleza y agentes meteorológicos.
La danza de los Voladores, llamada Kgosni en totonaco, sintetiza algunos de los rasgos más generales del cosmos mesoamericano, algunas de las estructuras lógicas, numerológicas, iconográficas y simbólicas de dicho cosmos. También se presenta a lo largo de diversas regiones de la macroárea mesoamericana y se ha ejecutado en distintos momentos, de modo que muestra una multitud de dimensiones semánticas.
No es la intención de este texto dilucidar todas y cada una de las cargas semánticas que presenta la danza, así que solo esbozaré algunas líneas de la cosmovisión totonaca que se reflejan en ella y que me condujeron a interpretarla como un ritual acuático, más que solar.

Antecedentes de estudio y origen mítico de la danza
Como han apuntado algunos estudiosos, entre ellos Stresser-Péan (2005) y Martha Ilia Nájera (2008), la danza tiene carácter solar y representa un rito de fertilidad para la tierra. Los voladores representarían águilas que bajan a la tierra volando desde el cielo o también muertos divinizados que acompañan al Sol Poniente en su recorrido del amanecer al atardecer. Sin embargo, otros autores, entre ellos Alain Ichon (1969), Roberto Williams (1954), Leopoldo Trejo (2000) y Zeferino Gaona (1990), afirman que esta danza, por lo menos entre los totonacos, presenta características acuáticas.
Relata Alain Ichon (1990): “Los ancianos dicen que el Volador, como la danza de los Santiagueros, es una danza ‘del Agua’; es decir que sin duda vino del mar, del Este, dominio de los dioses. La leyenda cuenta que un hombre, al ir a buscar agua en la Mesa, vio en medio de los pozos un pequeño mástil de Volador, erecto, con sus Voladores en plan de volar. Por eso se dice que la danza viene del Agua. Cuando el danzante muere, no va bajo la tierra como los otros muertos, sino más bien ‘en el Agua’, es decir, al oriente, para regocijarse con aquellos que lo han enviado” (Ichon 1969: 389).

Asimismo, Don Silvano de Zongozotla en palabras de Leopoldo Trejo (2000: 80-81) nos relata un cuento mítico en el cual la danza sería el fruto de una petición hecha por los mejores jóvenes de Papantla al Rey de los Vientos sobre el cerro Cozoltépetl (cozol: camarón y tepetl: cerro): “Cuentan los pobladores de Papantla que sufrían mucho por los vientos que destruían sus cosechas; entonces decidieron hacer ofrendas al cerro Rey de los Vientos para que fuera más benigno con ellos. Así que fueron hasta el cerro a dejar ofrendas y crearon lo que se conoce como ‘la danza de los voladores’. Escogieron a los mejores jóvenes de Papantla y los vistieron de plumas, como el penacho del Cozoltépec; se subieron a un tronco tan alto que desde ahí pudieran ver el cerro del Cozoltépec: su vuelo es el símbolo del vuelo de Rey de los vientos, Cozoltépetl. Ahí en lo alto bailaron para él, y el vuelo de los jóvenes simboliza el viento, el vuelo del Rey de los Vientos, Cozoltépec. Desde entonces los vientos son benignos para la gente de Papantla” (Trejo 2000: 81-85). El autor subraya que en la cima del cerro se sacrificaban en tiempos antiguos niños para pedir al Rey del Viento que enviara sus lluvias benéficas. Cozol, del cual deriva el nombre del cerro, se le conoce como Rey de los Vientos: este personaje está conocido en toda la región, desde Tetela de Ocampo hasta Papantla.

Este cuento mítico es muy parecido a uno que los abuelos de Tajín me contaron. Doña Isabela de Tajín refiere que hubo un tiempo de sequía y algunos jóvenes fueron a pedir ayuda al Rey de los Vientos; cuando regresaron crearon una danza, la danza del Volador, con la cual logran volver a crear el tiempo mítico. Hoy día, al igual que se hacía antes, piden al Viento/Trueno que mande sus lluvias para que la milpa no se seque y para que la naturaleza florezca nuevamente.
Por una parte, Zeferino Gaona (1990) me comenta que esta danza está relacionada con el agente meteorológico del viento y se baila para que no se asiente el ciclón, o sea, para que el huracán no llegue con tanta fuerza destructiva; por la otra, refieren en el Tajín que la lluvia del Trueno Viejo o huracán es necesaria, especialmente durante el periodo de la canícula (periodo de julio-agosto), cuando el agua que transporta el huracán es la única capaz de mantener en vida la milpa y de hacer que esta produzca frutos.

De igual forma, Ichon (1990) habla del peligro de sequía que motivó a los voladores a empezar a bailar: su fin era alejar este peligro de la milpa. Sin embargo, los pobladores de ese entonces no le creyeron y un día el tecomate o manzana del palo volador se fue volando aún con los cinco danzantes arriba, los cuales desaparecieron en el cielo, hacia el este, en dirección de la Santa Roma. Días después ellos volvieron, pero la población ya había abatido el mástil y no pudieron posarse. Esto provocó que desaparecieran definitivamente.
Leonardo Zaleta (2004) relata una leyenda que circula aún en la región de Papantla cuyo origen se relaciona con el mismo motivo de alejar la sequía:
“Hace aproximadamente 450 años, en tiempos de una fuerte sequía que hizo padecer hambre a estos pueblos, la sabiduría de los viejos encomendó a cinco jóvenes puros (célibes), localizar el árbol más alto y recio, cortarlo y usarlo en un rito que fuese una plegaria engarzada en música y danza con qué agradar a los dioses; esta petición al dios Sol debía realizarse en las alturas del árbol de la fecundidad a fin de que fuese escuchada, y solicitarle con fervor y humildad concediera lluvias generosas que devolvieran fertilidad a la tierra, a los surcos, a los árboles, y toda la vegetación se vistiera de verde, de flores y frutos, y así quitaran a los hombres de padecer hambre y de penar” (Zaleta 2004: 22).

Aunque en este relato la petición está dirigida al Sol, la finalidad es la misma: obtener lluvias generosas para que la gente no padeciera hambre y para que se alejara la sequía del sembradío. Un último relato relacionado al periodo de sequía y a la necesidad de alejarla para que el maíz pueda crecer me fue contado por un ex-Volador, Romualdo García Luna, de Tajín. Romualdo hace alusión al Diluvio y a la generación nacida después de este suceso, la cual sufrió el castigo de una gran sequía por parte de los dioses.
La narración inicia en un tiempo no especificado después del Diluvio, durante el cual los 13 Abuelos y las 13 Abuelas que sobrevivieron a él empezaron a preocuparse y a preguntarse por qué en la tierra no llovía.

Uno de los Abuelos, el Mayor, un día soñó con un sonido. Dios le dijo que tenía que emprender un viaje en el que encontraría a un personaje que habitaba en tierras lejanas. Este viaje lo dirigía hacia lugares en los que solo había sequía y remolinos formados por el aire. Él tenía que caminar por donde sale el sol, es decir, hacia el este. Así lo hizo el Abuelo Mayor y en esa dirección llegó a un pueblo donde pudo descansar. Preguntó por el sonido de la flauta que había soñado anteriormente; siguió caminando hacia donde le indicaron y encontró en las faldas del cerro a un Abuelo flautero y a un niño que chiflaba. Este Abuelo le dijo que también había soñado con una danza, así que era necesario hacer un ritual. Dijo también que tenía que ser una ceremonia que se celebrara en las alturas y que un labrador de madera tenía que fabricar el corazón que se mueve, o sea, el carrete del palo volador y un cuadro de bejuco. En la cima de este palo, volaron cuatro jóvenes más un Caporal, el quinto volador. La danza prescribe que cada volador debe obedecer ciertas “encomiendas”, como afirma Romualdo, o sea, instrucciones, como la de hacer ayuno durante 7-8 días antes de empezar la danza y mantener abstinencia sexual durante el mismo número de días.
Si estas instrucciones no se respetan al pie de la letra, el Caporal o algún miembro del grupo de danzantes podría enfermar o incluso morir. Se decía que la razón de esto es que el Dueño de los Danzantes, es decir, 7 Truenos, podía llevarse al volador consigo.

El rito, reactualización del mito: San Juan Aktziní y los Voladores
Con la danza de los Voladores, se presentan y reactualizan los mitos relacionados con el Huracán, definido en esta región totonaca con el nombre de San Juan Aktziní, con el Diluvio y con las temporadas del ciclo del agua.
Aunque algunos de los significados pasados que portaba el mito pudieron haberse quedado en el olvido, la danza hace que se reviva de un modo distinto el recuerdo: este va reactivando dichos significados y al mismo tiempo va reactivándose junto con el baile.
Es importante señalar cómo cada uno de los actantes y cada una de las acciones rituales - y no solo el momento del vuelo en sí - realizan este proceso de reactivación del tiempo mítico en el tiempo-espacio ritual.
Si bien el autor Stresser-Péan apunta a una simbología solar para la danza de los Voladores, él mismo en sus escritos deja indicios de que en todas las fases de este ritual dancístico se presentan huellas de una simbología acuática que, como ya he especificado en mi tesis doctoral (Villani 2018a y 2018b), fueron cubiertas por una simbología solar propia del Altiplano Central.

Este ritual dancístico empieza la noche antes del corte del árbol, en la casa del Caporal o Volador Mayor, o en la de un mago o rezandero como afirman España Caballero (1996) y Guy Stresser-Péan (2005). De acuerdo con el primer autor, que hizo su trabajo de campo en Cuetzalan en 1996, los Voladores se reúnen en un cuarto semioscuro que los remonta al mundo antes de la creación, alumbrado por 5 velas (un quincunce), una en cada esquina de la habitación y la más grande en el centro de esta.
El segundo autor habla del sueño del k’ohal que en teenek significa Caporal/Capitán, en el que su alma de pájaro vuela hasta el Gran Cerro del Poniente, el cerro de San Juan. Allí el alma ve al Séptuplo Rey, el encargado de recibir al sol en cada atardecer.
Como se puede apreciar, el nombre de San Juan aparece entre los teenek, así como entre los totonacos. Para estos últimos, San Juan se asimila a la figura del Trueno o Viento fuerte, Aktziní, así como a San Juan del Monte, personaje del mundo salvaje, dueño de los Montes y de los bosques que es el Kiwikgolo al cual se tiene que ofrendar antes de ir a cortar el árbol que se volverá palo para volar, Tsakatkiwi (lit. “árbol para volar”).

El viejo capitán de Pápalo (Ichon 1990: 382) describe así la ceremonia del corte: “El Caporal está en cuclillas al pie del árbol, con la cara apuntando hacia el este, y reza mientras riega aguardiente en el suelo. Se dirige al árbol y a los Truenos junto con sus compañeros y - si el terreno lo permite - danzan en torno al árbol al son de la flauta y el tambor”.
La personalidad o las personalidades de esta figura emblemática de San Juan son difíciles de distinguir dado que, por una parte, es un niño travieso que se convierte en huracán cuando va a vivir en la Pirámide de los Nichos que es la casa de los Truenos en Tajín; por la otra, es dueño del Monte y del bosque al cual se tiene que ofrendar. Su relación no es solo con el viento, sino también con la tierra.
Estas características parecen mostrarse también entre los teenek de Tamaleton y Tanlajás (Stresser-Péan 2005) en donde es el dios del Poniente, del fuego y de las estrellas, y es una deidad nefasta que exige nuevas víctimas sin cesar.

Las ofrendas de los totonacos por un lado y los teenek por el otro se hacen a la tierra y al viento. Entre los teenek, relata Stresser-Péan que estas ofrendas que se introducen en el agujero excavado en donde se colocará el palo volador están dirigidas a la diosa de la tierra y al Mâmlâab, que es el señor de la tierra y también el señor del Trueno, y vive en el Oriente en calidad de Triple Rey; es un dios benévolo, contrario al Séptuplo Rey, que es un dios nefasto al que se tiene que apaciguar.
Del mismo modo, San Juan-Aktziní representa la cara nefasta y destructora de la tormenta y por esa razón los truenos menores, ángeles o Migueles, que representan la cara benévola de la tormenta, tienen que atarlo y lanzarlo al fondo del mar, en el este, donde vive y donde grita cada 24 de junio, es decir, el día de su cumpleaños porque pide salir para desatar otro diluvio.
Para apaciguar a este ser nefasto, en el agujero donde se “plantará” el palo volador, los totonacos colocan un pollo negro vivo (el color también se refiere a su cualidad de ser nefasto), flores, copal y aguardiente que esparce el Volador mayor en las 4 direcciones, abajo y arriba del palo.

En todas estas fases de la danza desde el corte del palo hasta su derribo, hay una serie de sones o melodías que el músico también ejecuta con la misma importancia durante el desarrollo ritual, tocando con su flauta y tambor. Alain Ichon (1990) refiere que serían alrededor de 24 melodías las que antiguamente se tocaban en la zona de Jalpan-Apapantilla, mientras que hoy día solo se quedan 12 o 13.
De acuerdo con un colaborador de Stresser-Péan, Maximiliano, el palo estaría plantado en las “arenas del mar”, en la mítica región oriental, donde todas las mañanas el sol parece surgir desde el fondo del mar. Incluso le dijo Maximiliano al antropólogo francés que allá en el mar se erguía el prototipo usado antiguamente por los abuelos, es decir, los antepasados de los tiempos primitivos. Y afirma Pedro Flores (Stresser-Péan 2005), otro colaborador del autor, que el palo representaba a un dios del bosque, cuya personalidad se confunde con aquella del Gran Mâmlâab, quien posee los atributos de un dios de la vegetación.

Otro indicio más de la naturaleza acuática de esta danza proviene del mismo Stresser-Péan (2005: 67) cuando describe los objetos que trae durante el vuelo el k’ohal, el Volador Mayor: en la mano derecha sostiene una jícara que representa el océano, así como a la diosa del agua, y posado sobre la jícara hay un lienzo blanco que simbólicamente representaría a las nubes. Océano y nubes son la vestimenta de la diosa del mar.
En Tajín, los Abuelos me dicen que los que vuelan son los cuatro vientos o truenos de las 4 esquinas del mundo, mientras que el Caporal sería el Trueno Mayor, el principal. Efectivamente, esta danza en Papantla se practicaba en tiempos de Corpus Christi en las rancherías de Papantla y afirman que muy probablemente tomó el lugar de una antigua ceremonia en honor a los dioses del Rayo (testimonio también de Stresser-Péan 2005). El momento del baile arriba del palo volador, sobre todo del Caporal y luego de los Voladores, es otro punto central cargado de significaciones religiosas. Remito en este sentido a mis trabajos (Villani 2018a y Villani 2018b):-
’Podemos decir que, antes de iniciar el vuelo en espiral alrededor del palo, se lleva a efecto una danza para invocar al dios del Viento, pidiendo perdón y protección’, en palabras de Domingo García García (1980).

Ariel de Vidas Anath (2003: 473) afirma que en la Huasteca veracruzana los voladores desde arriba del palo bajan girando en espiral al ritmo de la música, hasta llegar poco a poco al suelo. Esta danza se acompaña de varios rituales previos que incluyen limpias, ayunos, abstinencias sexuales y ofrendas “al que truena”, ocurridos al pie del árbol que va a tumbarse para hacer el poste y al pie del mismo cuando se le erige en el centro de una plaza pública. Sin embargo, al igual que en la danza veracruzana, la potosina incluye en su ejecución el sacrificio de un ave. En efecto, el capitán de la danza, que es el músico, despluma un guajolote en lo alto del mástil y lanza las plumas a los cuatro vientos.

El ritual cierra con unos ritos de salida que ni yo ni Stresser-Péan pudimos ver, pero que tratan de una limpia ritual, por lo cual se va a un arroyo o a una cueva sagrada en donde vive el dueño del Agua. Danzantes, músicos (a veces son más de uno) y rezandero van al arroyo y uno de los voladores que funge como oficiante procede a la limpia de sus compañeros danzantes con un manojo de ramas de 4 plantas diferentes (Stresser-Péan 2005), que son las que se emplean contra los hechizos y para alejar a los demonios. Al final, el oficiante se hace la limpia a sí mismo y deja las ofrendas en la cueva, mientras dirige unas palabras a la diosa del mar. En el caso de los totonacos, las palabras están dirigidas al dueño del Agua.

Las dimensiones acuáticas de la danza de los voladores
Tal como se desprende de los cuentos míticos y de los elementos simbólicos presentes en las diferentes fases de la danza de los Voladores, notamos dos aspectos: uno es la presencia de una dualidad agua benévola/San Migueles o ángeles, y el otro es agua destructora/San Juan Aktziní/diablo.
La danza de los Voladores representa con sus pasos las dimensiones del ciclo del agua, las temporadas de lluvia y de sequía; esta es la razón por la cual entra en la dinámica la invocación al viento/ trueno para que aleje la sequía del sembradío, dado que en general la danza se representa en junio, periodo de lluvias, pero también sirve para invocar al huracán, apaciguándolo, controlándolo y apuntando su llegada en un centro que corresponde al centro del palo volador.

Se procede entonces a instalar el palo volador en el centro del pueblo, que se vuelve centro del universo, y la danza “ata” a Aktziní y mantiene su fuerza controlada. Como ya he mencionado en algunos escritos (Villani 2018; Villani 2021), la danza es la manifestación de la voluntad de los totonacos con el fin de llamar al dios del viento y del trueno para que traiga sus lluvias benéficas para la milpa, pero también es la manera en que ellos logran encadenar a la Tormenta en un punto (el centro del palo: centro del Universo), para que no tome fuerza y vaya, con sus movimientos arremolinados, generando un nuevo diluvio por la tierra.

Bibliografía
• Ariel de Vidas, Anath. (2003). El trueno ya no vive aquí. Representación de la marginalidad y construcción de la identidad teenek (Huasteca veracruzana, México). México: Ciesas, Colegio de San Luis Potosí, Cemca
• Caballero España, Arturo. (1996). El simbolismo de la danza (juego) del Volador. Tesis de Licenciatura en Etnohistoria. México: Escuela Nacional de Antropología e Historia
• García García, Domingo. (1980). Unión de danzantes y voladores. Significado de las danzas de la región totonaca de Papantla, Veracruz, México. Mecanuscrito. Papantla. Veracruz
• Gaona Vega, Zeferino. (1990). Danza de los Voladores de la Sierra. Qostanlhin Xala Pakxtu. Música y danza tradicional. Veracruz: Conaculta-Dirección General de las Culturas Populares, Unidad Regional del Norte de Veracruz
• Ichon, Alain. (1969). La religión de los totonacas de la sierra. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
• Nájera Coronado, Martha Ilia. (2008). El rito del palo volador: encuentro de significados. Revista Española de Antropología Americana 38 (1): 52-73. Madrid: Universidad Complutense
• Stresser-Péan, Guy. (2005). El Volador. Datos históricos y simbolismo de la danza. Arqueología Mexicana, Núm. 75: 20-27. México
• Trejo Barrientos, Leopoldo. (2000). La esposa-perro mesoamericana. Análisis del mito de origen de Zongozotla, una comunidad de la Sierra Norte de Puebla. (tesis de Licenciatura). México: Escuela Nacional de Antropología e Historia
• Villani, Luisa. (2018a). La voz del huracán toma cuerpo en el Tajín. (tesis doctoral). México: Universidad Nacional Autónoma de México
• Villani, Luisa. (2018b). “Con la Danza de los Voladores en el Tajín vuela el viento “huracánico” “, en Anales de Antropología. Vol. 52, Núm. 2. México: Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México
• Villani, Luisa. (2021). “The Mathematical and Geometrical Forms of the Hurricane in the Totonac flyers dance at Tajin”, en Mexicón. Zeitschrift für Mesoamerikaforschung. The Journal of Mesoamerican Studies. München
• Williams García, Roberto. (1954). “Trueno Viejo-Huracán-Chac Mool”, en Tlatoani. Núm. 8 y 9. México: Escuela Nacional de Antropología e Historia
• Zaleta, Leonardo (2004). La danza de los Voladores. Origen y simbolismo. Poza Rica de Hidalgo: Grupo Editorial Eón.

Fuentes de las imágenes
PART 1: • All photos except for pix 2 and 3 by and courtesy of Luisa Villani
• Pic 2: illustration by Luis Covarrubias from Mexicolore archives
• Pic 3: photo by Ian Mursell/Mexicolore
PART 2: • All photos except for pic 4 by and courtesy of Luisa Villani
• Pic 4: photo from Wikipedia (Totonac Culture).

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