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Find out more3rd Sep 2020
Mexicolore contributor José Luis de Rojas
Le agradecemos muchísimo al Dr. José Luis Rojas y Gutiérrez de Gandarilla, Profesor de Antropología, Departamento de Historia de las Américas, Universidad Complutense de Madrid, por este artículo intrigante sobre un tema importante pero poco estudiado; Dr. Rojas comenzó como mayista, para pasar a ocuparse de los aztecas antes y después de la conquista española, todo el tiempo acompañado por el estudio y enseñanza de la lengua nahuatl en Madrid.
No son muchos los códices prehispánicos que han llegado a nosotros. Entre ellos, el grupo de los códices mixtecos es un buen ejemplo del interés que los mesoamericanos tenían en las alianzas matrimoniales, sobre todo las de los dirigentes. El Códice Nuttall o el Vindobonensis son buenos ejemplos de genealogías en las que se indican los nombres de los personajes y sus lugares de procedencia. Ese interés perduró durante el periodo colonial tanto en más códices como en documentos escritos con el alfabeto latino. En el centro de México no tenemos documentación de ese estilo, pero en crónicas y documentos tenemos mucha información genealógica en la que destaca el papel de esas alianzas matrimoniales en la manera de ejercer el poder.
Ejemplos de esto son la Crónica Mexicayotl, atribuida a Hernando Alvarado Tezozomoc con intevención de Domingo de San Antón Muñón Chimalpahin Quauhtlehuanitzin, ambos activos a finales del siglo XVI y comienzos del XVII y ese magnífico ejemplo de fusión de culturas que es el “nopal genealógico” del Códice García Granados. Más recientemente, por aquello de la novedad del desciframiento de la escritura maya, sabemos de la práctica de las alianzas matrimoniales en tierras mayas en el periodo clásico hasta constituir una “selva de reyes”, como titularon su libro Schele y Freidel.
Los linajes gobernantes se preocupaban de descender de dirigentes tanto por vía materna como por vía paterna y había protocolos establecidos para las herencias y para posibles matrimonios sucesivos. Es decir que existía una especie de intercambio de esposas entre los linajes, lo cual representaba, por supuesto, que había enlaces entre parientes cercanos. Esto está muy bien descrito tanto por Spores (1974) para la mixteca como por Carrasco (1974) para la relación entre Texcoco y Teotihuacan. La esposa teotihuacana del señor de Texcoco también era texcocana y el hijo del señor de Texcoco que casaba con una teotihuacana eran también teotihuacano. Al menos eso pasaba en teoría, pues los azares de la descendencia podían complicar las cosas.
Una complicación más para nosotros, pues para la práctica de las alianzas era realmente una ventaja importante es la poliginia, muy superior a la monogamia para estas cuestiones. Al no estar limitado el número de esposas que los señores podían tener, estos podían establecer las alianzas matrimoniales que consideraran convenientes. Y en esta multiplicidad de esposas es donde tenemos que encuadrar la importancia de la pertenencia de los futuros esposos a los dos linajes. La alianza se consolidaba y se reproducía si la esposa que tomaba el señor pertenecía ya a su linaje y lo mismo debía ocurrir con la esposa que participaba en el intercambio. Es decir, las madres eran muy importantes, ya que el padre era el mismo para todos los hijos.
La procedencia de las madres es un asunto de primera importancia, y ligado a ella está el tema de las jerarquías. No todas las esposas tenían el mismo rango y este determinaba las posibilidades de sus hijos. Entre las esposas de un señor figuraban señoras de un linaje más importante, de un linaje equivalente y de un linaje inferior. De esa forma se gestaban alianzas entre iguales, de un inferior con un superior o de un superior con un inferior, lo que Carrasco (1984) llamó respectivamente matrimonios isogámicos, hipergámicos o hipogámicos.
Gracias a esto se vertebraba un sistema administrativo en el que los señores tenían vínculos familiares con sus superiores, con sus iguales y con sus dependientes, sistema que se reproducía en los distintos niveles, cambiando probablemente la cantidad de esposas y la diversidad de ámbitos en las que se conseguían. En general, un señor local podía aspirar a tener una esposa procedente del linaje del señor que tenía inmediatamente por encima, e intercambiaba esposas con los señores inmediatamente inferiores, formando una especie de escalafón en el que no se podían saltar los escalones. No se podían saltar, pero si se podían subir (y probablemente bajar).
Un caso ejemplar de esto es la evolución de los propios mexicas, quienes tras establecerse en el Valle de México y fundar la ciudad de Tenochtitlan su tlahtoani recibió una esposa del señor de Culhuacan. Con el tiempo, según aumentó su importancia, el tlahtoani tenochca Huitzilihuitl recibió una esposa del linaje de Azcapotzalco, hija de Tezozomoc el señor más importante de su tiempo, con la cual tuvo al siguiente gobernante, Chimalpopoca, del que las fuentes dicen que era muy querido por su abuelo. Con esto vemos que el destinado a gobernar en cada lugar era el hijo tenido con la esposa principal, que era la procedente del linaje dominante. Ni la mayor, ni la primera con la que se casó, sino la que tenía un padre más poderoso.
El ejemplo de Tenochtitlan nos sirve también para comentar un tema importante. Cuando Tezozomoc murió, hubo una dura lucha por la sucesión que acabó ganando Maxtla. En esos momentos, murió Chimalpopoca y su sucesor fue Itzcoatl, que encabezó una rebelión que terminó con el poder de los tepanecas de Azcapotzalco que fueron suplantados por la Triple Alianza de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. A la llegada de los españoles, el predominio de Tenochtitlan estaba claro. Por supuesto que Itzcoatl no pertenecía al linaje de Azcapotzalco. Para el tema que nos ocupa, la consecuencia fundamental fue un cambio en las jerarquías de las señoras. Las pertenecientes al linaje de Azcapotzalco, que eran las principales y cuyos hijos estaban destinados a suceder a sus padres, perdieron su papel (cuando no la vida) y el puesto de privilegio pasó a las familias de Texcoco y Tenochtitlan, que ya estaban estrechamente emparentadas.
Nuevamente el caso de Tenochtitlan es ejemplar: Itzcoatl casó a su hijo Tezozomoc con la hija de su sobrino Motecuhzoma Ilhicamina (hijo de Huitzilihuitl), de nombre Huitzilxochitzin. A Itzcoatl le sucedió precisamente Motecuhzoma y tras la muerte de este, los siguientes tres tlahtoque fueron tres hijos de esta pareja, nietos de tlahtoani por parte de padre y de madre. Yo creo que el destinado a la sucesión era Tezozomoc pero que debió morir antes que su primo, quien gobernó 29 años y pasaba de los 40 cuando llegó al poder, y los derechos pasaron a sus hijos. El ajuste no se produjo solamente en Tenochtitlan. No siempre la sucesión estaba clara. Cuando murió Nezahualpilli de Texcoco, en 1515, tenía tres hijos varones, los tres de madre tenochca. Motecuhzoma eligió a Cacamatzin, para enfado de los otros dos. Y cuando Cacamatzin murió en 1520 y fue nombrado Coanacohctzin, el tercero en discordia, Ixtlilxochitl se alió con los españoles y años después se convirtió en señor de Texcoco con el apoyo de Hernán Cortés.
En los demás lugares del imperio, las esposas mexicas pasaron a ser las más importantes, alterando las jerarquías de los harenes. Ahí hay tema para un culebrón: ¿cómo se adaptaron las esposas reales a los cambios de jerarquía? No se trata solamente que la esposa principal deje de serlo y tenga que responder ante otra que antes tenía por debajo, sino que las expectativas de sucesión también cambiaron. Era muy importante tener hijos, pero en general bastaba con uno o dos. No está tan claro que tener muchas esposas repercutiera en un número muy alto de hijos. Y en cualquier momento podía llegar una esposa nueva que alterara las cosas. La incorporación al imperio generalmente llevaba incluida la aparición de alianzas matrimoniales, sin importar si había mediado conquista y alianza. Los señores de Meosamérica formaban una gran familia.
Y una familia con gran abolengo. Si nuestras primeras evidencias proceden del periodo clásico, en las inscripciones mayas, a la llegada de los españoles llevaban siglos casándose entre ellos, lo cual genera otra pregunta: ¿podemos establecer algún tipo de identidad étnica? Más parece que la elite era una familia mezclada y los súbditos iban por otro camino. Y con las identidades étnicas debemos preguntarnos por la lengua. ¿Qué se hablaba en los harenes, o mejor dicho, en qué lenguas se hablaba en los harenes? Si los hijos se criaban en ambientes multilingües probablemente estaban preparados para vivir vidas en lenguas diferentes.
Lo que tenemos claro es que el poder se vertebraba a través de los señores locales y que estos tenían alianzas de todo tipo con vecinos cercanos o distantes y que los momentos de cambio, como eran las sucesiones, las alianzas podían cambiar con facilidad, pues todos formaban parte de un mismo sistema.
Referencias:-
• Carrasco, Pedro
1974: ‘Sucesión y alianzas en la dinastía teotihuacana’. Estudios de Cultura Nahuatl 11: 235-241
1984: ‘Royal Marriages in Ancient Mexico’. En Herbert R. Harvey y Hanns J. Prem, editores. Explorations in Ethnohistory 41-81. University of New Mexico Press, Albuquerque
• Spores, Ronald
1974: ‘Marital Alliances in the Political Integration of Mixtec Kingdoms’. American Anthropologist 76, 3: 297-311.
Para las fuentes de las imágenes, ver la versión en inglés.
Mexicolore contributor José Luis de Rojas